LA VALÍA DE UN HOMBRE EMOCIONALMENTE INTELIGENTE
¿Será la inteligencia emocional una práctica exclusiva de mujeres? ¿Sabemos realmente expresar nuestras emociones? Me pregunto esto porque al género masculino se le critica en demasía su incapacidad de comunicar. Los tildan de castradores emocionales, carentes de empatía, limítrofes, entre millones de epítetos que construyen realidad, muchas veces también soy de una de esas. Hemos creado en nuestras mentes un monstruo, un enemigo.
Sin ánimo de generalizar, sabemos que los hombres gozan de un ego superlativo, de un narcisismo patológico - muchas veces pensamos se hacen los "lindos" cuando no tienen ni un brillo-; Sin embargo, la inseguridad y vulnerabilidad los carcome. El problema es que ese propio ego de "machito machote" les impide expresar sus emociones, los castra, los relega al concepto de "básicos". Creo que no debemos ser tan duras. Todo es culpa del sistema patriarcal de mierda. Todo es cultural. Nadie nos dio herramientas emocionales para sortear la vida.
Tras la consulta realizada en Instagram -una fuente abierta para la retroalimentación- la mayoría de mis lectoras confidencia que jamás han conocido a un hombre emocionalmente inteligente, que no existen, que aún no nacen, que son uno en mil millones. Me da la impresión que la falta de confiabilidad hace que esto empeore. No estamos en sintonía ni sincronía, por ello existe tanta frustración y desesperanza.
Este no es un texto para expiar la culpa histórica que le adosamos al género masculino por nuestras desgracias amorosas o conflictos emocionales sino para que hagamos una autocritica porque también jugamos un rol, ambos somos responsables en la construcción de nuestras relaciones afectivas.
¿Por qué hago esta reflexión?
Después de publicar en revista Paula "Soltera a mis 40" - cuyo nombre original era "Conflicto de Intereses- decidí confesar mis tribulaciones a propósito del texto. Esa persona es mi mejor amigo, el único amigo hétero que he tenido. Una amistad de más de 25 años.
Nos reunimos a conversar el mismo día de la publicación. De cuajo le pregunté "¿Leíste lo que publiqué? con cara de pescado me dice que no. Le dije "de alguna manera tiene que ver contigo", se urgió y quiso leerlo de inmediato. "No es necesario que lo leas, te contaré ...".
Fuimos a un lugar a sentarnos a conversar con tranquilidad, hablamos de mil weas hasta que le dije "dispara usted o disparo yo". En el fondo, el objetivo de esta conversación era saber qué pasaba con él, porque jamás lo había escuchado. También sentí necesario transparentar lo que me pasaba. En definitiva tener una conversación madura sobre nuestras emociones y así fue.
Por primera vez decidí callar y parar mi verborrea. Me di cuenta que quizá nunca había escuchado activamente a ninguna pareja o remedo de relación, sólo me guiaba por mis deseos de vomitar lo que sentía sin medir consecuencias, sin una reflexión previa, prejuzgando su capacidad de entendimiento. De alguna manera me creía la paladina de la inteligencia emocional, de una superioridad afectiva brillante.
Esa conversación gatilló mi deseo de reivindicar -de acuerdo a mi experiencia- la valía de un hombre emocionalmente inteligente. Según mi visión - no soy sicóloga sino una mujer reflexiva- la inteligencia emocional tiene que ver con manejo de las emociones, del desarrollo de una actitud consciente de la forma en que sentimos y expresamos respetando al otro cómo legítimo otro empatizando con su narrativa. La diferencia está en que nosotras nos hacemos cargo de nuestra inmadurez emocional y muchos hombres no, se entiende que son así por naturaleza pero no. Pensamos que es cómo pedirle peras al olmo. Esto genera resentimiento y un distanciamiento natural entre un género y otro.
Si bien las mujeres de hoy nos hacemos cargo de nuestras carencias afectivas, somos más abiertas en decir lo que nos pasa, vamos a terapia, tratamos de entendernos y entender el entorno pero nos cuesta un "kilo" entender a los hombres. Pareciese que su victimización y nula empatía son un traje hecho a la medida. Sin embargo, existen hombres -cómo mi amigo- que tratan de deconstruirse, de hablar con honestidad mostrando sus inseguridades y vulnerabilidad. Esa conversación fue tan hermosa, que por primera vez sentí que alguien entendía mi sentir y yo el suyo. Valoro profundamente su cariño y amistad.
Este fin de semana en una fiesta se acercó una de mis ex parejas, alguien con una inmadurez emocional de aquellas que fueron condicionadas por sus relaciones familiares. Me dice "aunque no lo creas te leo, siento que aprendo porque, de alguna manera, entiendo tu punto de vista". Ante esto sentí satisfacción porque un hombre tan limitado cómo él tiene el ánimo de cambiar la mirada.
Quiero ser enfática en aclarar que tampoco es nuestro trabajo abrir mentes y corazones - ya hacemos suficiente tratando de complacer- . Este es un trabajo muy personal e íntimo que deben hacer muchos hombres de manera urgente si queremos establecer relaciones simétricas, constructivas y sanas. De este aprendizaje nos beneficiamos ambos. Finalmente tod@s somos personas.
Para finalizar un lector me escribió algo que me quedó grabado a fuego "Hay que tener coraje para hablar de vulnerabilidad en un mundo exitista". Aún hay esperanza compañeras.
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